Tres años después, regresé a la isla por unos meses junto a mi pareja de ese momento, Laura. Quería hacer una película sobre el fin de algunos ritos comunitarios, pero durante ese tiempo vimos que era demasiado tarde y que la vida casi no existía más.

Tal vez lo que me atrajo de ese lugar fue su desvanecimiento. Tal vez siempre miré a personas o lugares que están perdiendo algo, porque ese vacío también estaba en mí. Después de este primer viaje me di cuenta de que viajaba como una forma de escape.

Dos años después, volvimos a Chiloé para filmar esa experiencia. La película comienza en un modo más documental, con la inclusión de secuencias meta-cinematográficas que hablan del proceso de realización de la película, y se desvanece en imágenes más abstractas, poéticas u oníricas, donde la película se vuelve más radical e interesante, dando al espectador la libertad de sentir la melancolía que recorre toda la pieza.

Con este proyecto estoy descubriendo lo que permanece después de haber vivido algo, al dejar atrás, al decir adiós. Propongo al espectador una experiencia con la que reflexionar sobre la posibilidad de aprender a vivir en el mundo sin un ser querido, vivir con lo que se ha perdido, desde el duelo, con lo que (solo aparentemente) ya no está allí.

Alén Mar es una película sobre aprender a decir adiós.